Hay un largo camino aún por recorrer, y la iglesia no está haciendo suficientes esfuerzos para cambiar las estructuras que encubren los abusos y los dejan en la impunidad.
Ciudad de México, 29 de agosto (OpenDemocracy).- Son miles las criaturas canadienses abusadas hasta la muerte. Es un precipicio sin fondo. Siguen cayendo y es tan grande el horror criminal que resulta cada vez más difícil justificarlo con argumentos susurrados por la mala conciencia individual y colectiva. A lo mejor hay que entender que la sombra que representa al mal puede emerger como flores venenosas. No bastarán los ocultamientos, ni el desprecio a las víctimas, ni los parches que atienden las consecuencias pero no las causas de los abusos.
Camilo Barrionuevo, psicólogo chileno, es el autor del libro, Una iglesia devorada por su propia sombra.
José Zepeda: La pregunta insoslayable, ¿cómo es posible? encuentra respuestas plausibles sobre las razones del comportamiento criminal. Lo primero de su libro, Una iglesia devorada por su propia sombra es que los abusos sexuales son, un monstruo de varias cabezas. Sorprendente si se tiene en cuenta que parte importante de las autoridades de la iglesia católica piensan todavía que se trata de casos de ovejas descarriadas.
Camilo Barrionuevo: Achacar la crisis a sujetos individuales es una explicación que tiene dos aspectos positivos, uno, es más fácil de abordar y dos, alivia la responsabilidad institucional y colectiva. Ese es el argumento para que parte importante de la iglesia aún tenga la perspectiva del problema como manzanas podridas.
Es una tesis que no tiene respaldo empírico. El perfil de los sacerdotes que realizan abusos es muy heterogéneo; y segundo, el nivel de psicopatología que presentan no difiere significativamente del resto del sacerdocio. Solamente el cinco por ciento de los miles de implicados, tiene el perfil del trastorno psiquiátrico de pedofilia, por eso la tesis de la psicopatología o la de las manzanas podridas es insuficiente para explicar la ubicuidad y la gravedad de la crisis de la Iglesia.
La tesis de las manzanas podridas es insuficiente para explicar la ubicuidad y la gravedad de la crisis de abusos sexuales de la iglesia
JZ: Si la naturaleza de los abusos sexuales en la iglesia Católica es multicausal, uno de los aspectos esenciales es la sombra. Es poco conocido que el lado oscuro acompaña al ser humano durante toda su existencia. Más ignorado todavía es que esa sombra pasa de lo personal a lo colectivo.
CB: Es una perspectiva teórica, una mirada que uno ofrece sobre un fenómeno complejo, que puede tener potencial comprensivo y quizás transformador en el mejor de los casos.
El yo y la conciencia humana en su funcionamiento tiende a unilateralizarse. Desde chiquitito se nos enseña a tener una personalidad para identificarnos. Tienes que ser trabajador y no flojo, generoso y no egoísta, valiente y no cobarde. Es parte de la cultura y del proceso de crecimiento.
En cada ser humano late la potencialidad para realizar actos de notable virtuosismo, y la posibilidad de ejercer violencia y destructividad.
Hay experimentos que señalan cómo sujetos “normales” en ciertas circunstancias llegan a comportarse de manera pasmosa.
La sombra implica todo aquello que soy y que no me gustaría ser. Carl Gustav Jung afirmaba que la sombra, entendida como el alma, tiene una naturaleza colectiva, que él llamó el inconsciente colectivo.
La iglesia tiene cierto relato sobre sí misma y sobre su lugar en el mundo. La modernidad fue percibida como la depositaria del mal. La iglesia es la que preserva la verdad, la vida, la pureza y luchará contra el mundo secular, fuente de todo mal.
JZ: Otro elemento central de su libro es el narcisismo. Se trata de un estado en el que destacan los afectos negativos, la falta de autoestima, la vergüenza por aspiraciones desmedidas, la necesidad de admiración y cariño.
CB: Tenemos perfiles psicológicos que son frecuentes en el clero católico, con vulnerabilidad narcisista, con dudas y sentimientos de minusvalía respecto a su valor, de no ser dignos, de no ser merecedores del amor. Muchas veces se sienten atraídos hacia el sacerdocio para compensar sentimientos de inadecuación, de investirse con una cualidad sacrosanta que mantenga a raya el sentimiento narcisista y la vergüenza.
El clericalismo considera que hay dos tipos de seres humanos: el clero, en una distinción exaltada, y el pueblo de Dios como los no consagrados, o sea, no sagrados. Ese imaginario es justificado incluso por papas que hablan de una iglesia piramidal. Lo de arriba está más cerca de Dios, el Papa, los cardenales y obispos, y en la base de la pirámide, los laicos.
La iglesia respondió a la crisis en el comienzo con mecanismos de personas con vulnerabilidad narcisista. Así, en el Código Canónico hay una preocupación por el prestigio. Uno de los primeros intereses, por sobre el cuidado de las víctimas, es la evitación del escándalo. El qué dirán en primer lugar por sobre cualquier otra consideración. La incapacidad de mostrar empatía con las víctimas, el ataque y devaluación de las víctimas. Los valientes que empezaron a enfrentarse a la estructura católica y a los grupos de poder asociados a ella sufrieron brutales campañas de desprestigio.
JZ: Hay en su libro una sentencia que ilustra la mentalidad patriarcal: “Todas las maldades son pocas comparadas con las de la mujer. Su naturaleza sexual atrae a los hombres al pecado y los aleja de Dios”. Uno podría pensar, se trata de una abominación superada, pero no.
La iglesia está lejos de haber superado su naturaleza patriarcal y misógina.
CB: Tal vez no con ese lenguaje, salvo en sectores muy tradicionales. Pero, implícitamente, la iglesia está lejos de haber superado su naturaleza patriarcal y misógina. La mayoría de las académicas mujeres, desde la década del 70, destacan que para que suceda una relación abusiva, debe haber un horizonte de sentido, un ambiente que posibilite que dicha relación emerja. Estos significados culturales asociados al ser varón, al ser mujer y, las relaciones de poder tienen un rol para permitir, justificar y mantener dinámicas abusivas.
¿Qué es lo que dice el dogma patriarcal? Hay dos tipos de seres humanos, los varones en una posición de poder y privilegio, y las mujeres desprovistas de una subjetividad valiosa. Ellas son “cosas”, propiedades. Cuando una persona violenta a otra la deshumaniza.
La cultura patriarcal, no solo es parte de la iglesia, lo es también del mundo secular.
En el último capítulo del libro digo que la cultura patriarcal y misógina católica, que fue tan grotesca durante tantos años, los hombres estaban destinados a la razón, al conocimiento, a lo intelectual y por tanto al espíritu; y la mujer era asociada a todo lo sombrío, la sexualidad, la emocionalidad, al ámbito pecaminoso.
JZ: Si uno pregunta a la gente cuál es la razón de los abusos por parte de la Iglesia, la mayoría se inclina por el celibato.
CB: Contrario a la opinión pública hay bastante investigación que apunta a que no es cierto que el celibato te convierta de manera automática en un depredador sexual. La mayoría de los abusadores, no solamente dentro de la iglesia, no son célibes, son personas que tienen una vida sexual activa y además son abusadores sexuales.
Lo que sí sabemos es que el celibato puede ser un factor relevante combinado con otros elementos de riesgo. Ligado con otros factores, como el miedo a la sexualidad, con un imaginario sexual oscuro, con una tendencia al secretismo, con un entorno clericalista que deja a los sacerdotes fuera del mundo, sin vinculación con las mujeres ni con el mundo laico, sin hablar y sin acompañamiento sobre como experimentan sus vidas de celibato.
Para un porcentaje considerable de sacerdotes el celibato más que potenciar una vida de servicio pastoral, puede ser una fuente de enfermedad mental, de depresión, de soledad, de aislamiento. En tales casos el celibato, en vez de bendición se transforma en condenación. Un porcentaje no menor de sacerdotes está a favor de que se revise el celibato obligatorio.
Por lo demás, muchos de los defensores acérrimos del celibato obligatorio no mencionan que la iglesia, más de la mitad de su historia, no tuvo la obligación de una vida célibe obligatoria. Es algo que se establece de manera definitiva en el siglo XIII y con precario éxito.
Es la punta del iceberg de un problema mucho más complejo, que no abarca sólo a los abusos, sino como los sacerdotes viven su sexualidad, su afectividad, como también el escaso acompañamiento y la poca preparación que muchas veces tienen, como tampoco el respaldo ni la supervisión necesaria.
JZ: ¿Podríamos decir que el primer paso en el camino de la superación del problema de los abusos es reconocerle su condición a las víctimas?
CB: Creo que hay progresos desde que se inició la crisis y como estamos hoy. Se avanza cierto trecho en el reconocimiento de las víctimas, se lleva un debate como diálogo abierto.
Cuando uno lo escucha, tiene a veces la sensación de desaliento, porque aunque en lo público se afirma la gravedad de la crisis, las actitudes reparatorias son ambivalentes. La iglesia chilena alega que no hay responsabilidad institucional jurídica, y que una reparación económica no corresponde. No sólo se trata de pedir perdón público, sino de reparar judicialmente. Y una de las herramientas es la reparación monetaria.
JZ: Es claro que le queda un largo camino a la iglesia para superar el problema, porque lo que perdió es la confianza de los fieles. Perder la confianza es perderlo todo para la iglesia. Me paso a la otra vereda ¿cuál es el deber de la sociedad?
CB: Hay actitudes transformadoras. Por nombrar solamente el caso irlandés, que me parece paradigmático. Los informes que salieron en el 2009 fueron demoledores, no sólo sobre el modus operandi para eludir, no reparar y encubrir a los victimarios, también el tema de las redes de poder y como la sociedad secular tuvo un papel en el encubrimiento.
La elite económica y política participó en la protección y el encubrimiento de los crímenes.
El abuso, para mantenerse en el tiempo, implica a una sociedad que carece de mecanismos de control para detener los abusos. El poder de la iglesia y su vínculo con la élite económica y política, fueron rasgos que permitieron el encubrimiento.
En el caso chileno, el caso del recientemente fallecido exsacerdote Fernando Karadima, habla de cómo fue el modus operandi general de la iglesia, también revela la participación de la sociedad secular, de la elite económica y política, que participó en la protección y el encubrimiento de los crímenes.
Me ha tocado acompañar a instituciones que quieren incluir en puestos de poder mecanismos de control, para ver cómo se maneja la plata, cómo se trabaja en los casos de abuso sexual.
En estos sentidos se avanza comparativamente de manera importante en el último año.